Organizamos una actividad divertida y significativa en la que los alumnos de primer grado aprendieron juegos tradicionales con sus padres. Divididos en pequeños grupos, los padres fueron rotando por las distintas estaciones, enseñando juegos como la rayuela, los jaxes, los maules, saltar a la comba y otros más, actividades que la generación de sus hijos no habría experimentado de otro modo.

Cada estación no sólo proporcionaba una lección de juego, sino también de trabajo en equipo, coordinación y competición amistosa.
Lo que hizo más especial este acto fue la participación de nuestros padres. Muchos de ellos contaron anécdotas de su infancia, explicando cómo estos juegos unían a las comunidades. Algunos incluso enseñaron a sus hijos a jugar a juegos que habían olvidado con los años. Fue un hermoso intercambio: los padres impartiendo valiosas lecciones de vida y los niños aprendiendo a apreciar la importancia de la tradición.

Después de los juegos, las familias se reunieron para hacer un picnic, disfrutando de buena comida y gran compañía. El picnic brindó a todos la oportunidad perfecta para relajarse y reflexionar sobre las actividades del día, reforzando aún más el vínculo entre la escuela y el hogar.

En una época de distracciones digitales, es importante preservar la alegría de jugar al aire libre. Esta actividad no sólo enseñó a nuestros alumnos valiosas habilidades, sino que también reforzó el vínculo entre la escuela y el hogar. Es un gran recordatorio del impacto duradero de la participación de la comunidad en la educación.
Al final del día, tanto los niños como los padres sonreían, sabiendo que habían creado recuerdos para toda la vida.
